Mariano. 28 años
La práctica de Ashtanga Yoga ayudó a enfocarme en mis objetivos
Hasta hace poco tiempo tenía una concepción errada de lo que era el yoga. Siempre lo vinculé con ejercicios suaves, más adecuados para gente mayor o personas interesadas solo en la práctica de la meditación. Mi actividad física siempre estuvo relacionada con actividades deportivas tradicionales como el fútbol o el running. Podría decirse que el Ashtanga Yoga llegó a mi vida por casualidad. Tras finalizar mis sesiones de rehabilitación por una lesión en la espalda fue mi kinesiólogo, de formación holística, quien me recomendó esta disciplina no solo como paliativo a los dolores que sufría en ese entonces, si no como práctica habitual para fortalecer mis músculos y articulaciones. Hace 6 meses que asisto habitualmente a las clases de Ashtanga y noto cambios rotundos, tanto en mi flexibilidad así como en el incremento de fuerza muscular. También me ayudó a enfocarme en lo que quiero lograr, es un trabajo de paciencia y concentración que estimula el espíritu. Lo recomiendo a todos, incluso a los deportistas de alto rendimiento con los que entreno.
Juliana. 35 años
Mi encuentro con el Ashtanga fue una grata sorpresa
Mi formación durante más de diez años como bailarina me llevó a buscar otras disciplinas que me ayudaran a obtener y conservar la elongación muscular que necesitaba en mi profesión. Buscaba alguna actividad que fuera dinámica y una amiga me recomendó la práctica de Ashtanga Yoga. En el trabajo de las secuencias, no solo encontré los resultados que pretendía a nivel muscular, también empecé a descansar mejor, a ser más consciente de mi cuerpo y sus necesidades. Todo este proceso fue una sorpresa para mi. Vivía en un estado de ansiedad que consideraba como normal, y a través de la práctica me encontré con esa incomodidad interna que había aceptado como inevitable y pude trabajarla. De hecho aún lo hago, considero que es una tarea para toda la vida.
Si mis actividades me impiden venir a una clase, trato de hacerla desde casa. Por suerte mi profesora graba clases que luego sube a las redes sociales y que están disponibles para cuando las necesite. Hoy en día no puedo pensar mi vida sin Ashtanga, una vez que comienza el proceso de toma de consciencia, es un camino de ida, nunca más podrás mirar para otro lado que no sea tu interior.
Erica. 48 años
Practica y todo llegará: la frase que marcó mis inicios en Ashtanga
Soy una persona que siempre trabajó mucho, a los 17 años comencé y nunca me detuve. Terminé la universidad, fui ascendiendo en mi trabajo. En apariencia las cosas marchaban muy bien, pero las presiones aumentaban exponencialmente. El ritmo de vida que tenía empezó a “pasar factura”, ya no eran solo contracturas musculares, el cansancio se estaba convirtiendo en crónico y no podía pensar con claridad. Luego de investigar sobre el tema comencé la práctica de Ashtanga Yoga sin demasiadas expectativas. Me costaba creer que lo que veía desde afuera como una clase de elongación, fuera a cambiarme la vida. Sin embargo, ya desde la primer clase empezaba a vislumbrar un camino de transformación.
Recuerdo que ante mi catarata de preguntas el profesor me dijo: “Practica y todo llegará”, frase que en ese momento no le bastó a mi impaciencia, pero que con el tiempo y justamente a través de la práctica pude darle dimensión y sentido. Con este sistema de meditación en movimiento, aprendí a transformar mis emociones a través del trabajo del cuerpo. Para mi el Ashtanga Yoga fue y es un instrumento de superación que me ayudó a emprender el camino del autoconocimiento y a valorar lo que realmente importa.